En marzo de 1964, varias personas en New York fueron testigos del ataque brutal a una chica, nadie hizo nada.
Estaban matándola, y nadie hizo nada.
Cuando alguien se dignó a llamar a la policía, era tarde.
Su nombre era Kitty Genovese, 28 años.
Venía de su trabajo, y su agresor la seguía. Ella se dio cuenta, pero él ya estaba encima, y la apuñaló.
Alguien desde una ventana le gritó “Déjala en paz”, y Mosely, su agresor, se fue. Pero volvió a los 10 minutos, para apuñalarla más y violarla.
Murió en la ambulancia, no llegó al hospital.
El titular del New York Times fue “37 personas presenciaron un crimen, pero nadie llamó a la policía”. Este crimen dio mucho de qué hablar, y estudiar.
Luego, se le denominó el efecto bystander (espectador, pero bystander suena más cúl).
Se describe como un fenómeno sociológico en el que las personas son menos propensas a intervenir en situaciones de emergencia cuando hay otras personas presentes, es decir, las personas tienden a asumir que alguien más ayudará y no hacen nada.
Eso me marcó. Yo no quería ser una bystander, en ningún escenario. Lo tenía “entre ceja y ceja”, como decimos por acá.
Pronto, me tocó dejar de ser espectadora, no en una escena tan trágica, sino en mi trabajo. Bueno, si hablamos de tragedias…
Te cuento.
Trabajaba yo en el marketing de una FinTech (finanzas + tecnología). Estaban en proceso de lanzar una tarjeta con Mastercard. Ya la tarjeta estaba diseñada y exhibida en su web como un trofeito.
Y un día, mientras revisaba la web, me di cuenta de un detallazo: el logotipo de Mastercard.
No era el actual. Mastercard había rebrandeado (actualizado su identidad visual) y la tarjeta de la empresa tenía una combinación entre ambos logos: el antiguo y el nuevo (Una locura). Me comuniqué con el CEO, y le conté. Me dijo que el logo estaba bien, ya ellos habían confirmado, pues Mastercard dio los lineamientos, y ellos se habían basado en eso, así se quedaba.
Fin.
La conversación se volvió un poco tensa, me dio a entender algo como “zapatero a sus zapatos” (yo era de marketing, no de diseño). Finalicé con “Está bien, pero no creo que Mastercard dé lineamientos distintos a su identidad actual.”
Solté el micrófono y me fui.
Luego me botaron por rebelde.
No mentira, pero sobre pensé “¿Para qué le dije? A la próxima no digo nada”. Pasó poco tiempo, y él, el CEO me habló, el logo estaba mal, se disculpó y actualizaron el logo en la tarjeta.
¿Y por qué te cuento esto?
Primero, para que hables, cuando tengas que hablar.
Segundo, hablarte, y recordarte que tienes conocimiento y experiencia que puedes productizar. Eso también es hablar. Y,
Tercero, que si soy tu ghostwriter no seré una bystander. Te diré si algo está mal con tus textos.
Eso, solo eso.
adriana :)
PD: La semana pasada dije que los audio eventos eran todos los jueves…
PD2: Pero esto de las primeras veces está cúl, ahora haremos un pódcast enjundioso sobre ghostwriting.
Me ha pasado muchas veces, definitivamente esta lectura me ha hecho pensar en ser "activo", siempre existirá algo que yo pueda hacer. Merci beaucoup.
Gran redacción. Es verdad que hay muchas personas que se excusan: pensé que alguien más lo haría/diría. Qué locura.
Pobre Kitty, pero más pobres los que seguirán el resto de su vida pensando: pude hacer algo y no lo hice.